#SriLanka III

#Day16 – 06 Feb – Kalpitiya

Estos últimos días antes de abandonar Sri Lanka decidimos ir hacia el norte y visitar Anuradhapura, el Parque Nacional de Wilpattu y Kalpitiya aprovechando que venía Paloma, la terremoto de Alcorcón, y que Vanessa e Yves, una pareja de Berlín que conocimos hace unos días porque se quedaron por Airbnb en casa de Belinda, estaban de vuelta de su periplo playero.

A las 7,10 cogimos un tren hacia Colombo sin saber a ciencia cierta si habría opción de seguir hacia Anuradhapura, destino final para luego ir al día siguiente al Parque Nacional de Wilpattu muy temprano.
De la logística de esta primera jornada se encargó Eva, y cuadró a la perfección. A las 10’15 estábamos montados en el autobús del infierno camino de Anuradhapura, obras, arcenes, atascos, camiones nada se le resistía al conductor en el día de la independencia de Sri Lanka, por si no lo había mencionado, el 04 de febrero de 1948 fue cuando los ingleses sé retiraron a la Gran Bretaña. Nos condujo a pesar de los obstáculos en apenas 6 horas hasta Anuradhapura, 198 km que podrían haber sido el doble sin la pericia del avido conductor.

La ciudad, sagrada para el budismo, antigua capital del reino de Anuradhapura hasta el comienzo del siglo IX, donde se estableció el rey de turno allá por el siglo IV a.c, es en su conjunto patrimonio de la humanidad repleta de templos, Pagodas y monasterios y en la que tuvimos la suerte de presenciar en uno de esos templos, los rezos y ofrendas a Buda.

La experiencia del safari fotográfico fue muy enriquecedora, sobre todo para los que nunca habíamos hecho ninguno, y a pesar de las horas intempestivas a las que nos levantamos, dejando a un lado la escasez de animales que vimos y con el sabor agridulce de irnos de allí sin ver ni un solo Leopardo ni Elefante en su ecosistema natural.

Tenía la certeza de que sería difícil encontrar un lugar poco desarrollado turísticamente en Sri Lanka visto lo visto hasta ahora pero ha sido un descubrimiento la zona de Kalpitiya y la playa de Kandakuliya, a excepción de kite surfing y submarinismo poco más se puede hacer en la zona, o eso es lo que dicen.

Aquí todavía la gente te para para hablar contigo si vas a su ritmo es decir, andando o en bicicleta, te miran y te preguntan cómo te llamas y de donde eres, los niños sorprendidos te saludan con las manos y quieren que le hagas fotos, te invitan a entrar a una misa cristiana donde el sacerdote al darse cuenta que estás mirando desde la puerta insiste en que entres y tras rechazar amablemente la propuesta se despide con un «God bless you», donde todavía se ofrecen a llevarte en su moto a cambio de saber tu nombre sin más, donde las casas son de madera y hay cientos de km de naturaleza salvaje e interminables playas.

Playas con dunas, vegetación autóctona, palmeras y cocos como único atrezzo, acostumbrados como estamos a ver paseos marítimos, edificios, chiringuitos y miles dé tumbonas y sombrillas no deja de sorprenderme ni un momento.

En la playa te encuentras con gente pescando en la orilla pequeños peces con pequeñas redes, cogiendo coquinas a puñados, en apenas media hora puedes llenar una bolsa, playas llenas de conchas, de coral, de peces globo en estado de descomposición, de armazones dé tortugas gigantes muertas, playas salvajes y no intervenidas por la mano del hombre que se usan como se usaban antiguamente, para pescar, amarrar barcos y encontrar el sustento diario. En las zonas más alejadas lo que te encuentras es toda la basura que el hombre tira al mar, plásticos, botellas, zapatos, bolsas y más plásticos y que el mar no lo quiere y se lo devuelve al hombre, deplorable ver cómo paraísos como este se convierten en basureros por la intervención humana. Cuando nos daremos cuenta que estamos acabando con nuestro bien más preciado…